jueves, 24 de marzo de 2011

EL BALÓN



A veces las canastas no quieren entrar, y da rabia. El balón se vuelve rebelde para unos y para otros en cambio generoso.

Porque el balón es caprichoso, por más que te quieras hacer con él, por más que lo mimes, lo estudies, lo analices, lo cuides, lo mames.

Es un niño pequeño que no crece, y unos días decide cumplir con lo que le ordenas, y otros travieso no responde a tu muñeca, aunque luego sepa que se va a pasar horas y horas siendo lanzado sin piedad para que aprenda a entrar cada vez que se lo digan.

Él conoce su función, y quizás por eso le da ese punto de locura, de caos, de tú, quien seas no me subordinas, por más que quieras. Leyes gravitatorias decía uno.... Al fin y al cabo todo lo que sube baja.

Conoce muy bien su circo, su papel en la obra a representar, aunque secundario, genuino, muchas veces de papel para Oscar. Igual que sabe que desatará la rabia en unos, y la felicidad en otros.

Sabe que muchas de las estadísticas, por no decir prácticamente todas, dependen de él, de lo que decida hacer, si entrar, salir, rebotar hacía allí, hacía el otro lado. A veces se tapa los ojos y dice que me coja el que quiera, otras veces casi saltándose leyes físicas acaba en manos del menos esperado, del patito feo de la clase, o del más espabilado. Depende que escena le toque interpretar....

Hoy ha interpretado parte de su papel en el Palau, y ha sido un niño malo, al que muchos hoy castigaríamos cara a la pared, cuando en los últimos segundos del partido no quiso entrar cuando Lakovic se la jugo de tres.

Empate a uno y al infierno griego, esperemos que la semana que viene el balón interprete el guión que le tiene preparado el Barcelona.

sábado, 5 de marzo de 2011

DERRICK ROSE Y UN SICÓMORO



Me habla de Derrick Rose, el base de Chicago Bulls. Dice que desde la época de Jordan que no se veía un líder tan sólido en dicha franquicia. Es base, y quizás sea MVP este año.

Yo le digo a mi colega que he descubierto que quiero plantar un Sicómoro. Y mi colega me pregunta que qué me he fumado. Yo no le respondo. Simplemente saco otro par de cervezas de la nevera.

Sigue con Derrick Rose y me dice puede hacer algo muy grande, algo muy muy grande. Que no se confíen ni Boston ni Miami este año en Playoofs porque como Derrick Rose y compañía estén todos sanos la pueden liar muy gorda. Que Boozer y Noah son dos lugartenientes muy buenos, por no hablar de Luo Deng.

Yo le cuento que tan solo hay un problema. Que para plantar un Sicómoro necesitas tener a ella. Para subirte lo más arriba posible y compartir juntos la hermosura que todavía esconde este mundo.

Mi amigo me dice la mayor hermosura que hay esta sobre una cancha de baloncesto, especialmente en algunas de las canchas más míticas. Y entonces me nombra sus particulares santuarios del baloncesto, donde alguna vez le gustaría que fuéramos juntos a ver un partido: El Madison Square Garden de New York, El American Airlens de Arena de Miami (aquí se excusa y dice, no porque sea clásico sino por ver a James, Wade y la ciudad de Miami) el Garden de los Boston, el Staples Center de Los Angeles, y por supuesto el United Center de Chicago. Donde jugo su majestad durante tantas temporadas.

Quizás tenga razón mi amigo, no dudo sobre la magnitud y belleza que pueda mover cualquiera de esos pabellones a punto de comenzar un partido oficial. Especialmente si son de Playoofs.

Entonces le digo: “Si alguna vez compartes la vista que ofrece un Sicómoro desde arriba del todo. Entenderás a que otra clase de belleza me refería hoy”




LA FONTETA Y NOSTALGIA

El partido a punto de comenzar, pitido inicial y poco más de nueve mil personas preparadas para vivir una noche mágica.

Kilómetros de allí, en otro país donde el baloncesto no está maltratado pero casi. Una conexión que deja a ratos mucho que desear y un comentarista italiano. Falta algo, falta la salsa. Aquí en la distancia es difícil encontrarla.

Empieza el partido espeso, renqueante, hasta que sale David Navarro y lo revoluciona un poco, cinco puntos, y garra, mucha garra. El sueño todavía es posible.

Por otro lado, allí, en la distancia, entre las sombras de la soledad busco a alguien con quien comentar la jugada, no hay nadie, vacío. Y la mente se va del partido. La conexión no ayuda.

En la Fonteta enfocan a la afición, ¡Qué grandes! Y entonces algo se empieza a removerse por mi estomago, algo que me incomoda.

Las ganas de estar allí, en el pabellón, entre el calor del público, entre los gritos y las sensaciones que coagulan en un partido de tales condiciones. Cara o cruz. Héroes o adiós a Europa.

Entonces sucede lo peor, vuelven las preguntas: ¿Por qué no me quede allí? ¿Por qué tuve que venir aquí? ¿Por qué no encontré allí mi espacio e hice todo lo que me hubiera gustado hacer? Hasta que ves el marcador y vuelves al partido. 48 – 39 y el milagro se puede hacer realidad. Hasta que un tal Preldzic esloveno por naturaleza vuelve a poner en el buen camino al Fenerbahçe.

Descanso

Tercer cuarto apunto de empezar y todo es posible, así lo indica el marcador. El público se lo cree, a pesar de que Claver está lesionado y Rafa Martínez todavía no ha aparecido.

Mientras se consumen los minutos y el Fenerbahçe aprieta me encuentro con los botes de medicinas. Estoy cansado, aburrido de tener que hacer el maldito ritual todos los días tres veces al día. Me estoy volviendo loco. Quiero huir, huir a algún lugar donde no haya nada que me atormente.

El partido entra en su clímax, y aparece, tarde pero aparece Rafa Martínez con dos triples que sentencian el partido. El Power Electronic Valencia lo ha conseguido. “Si, si, si, nos vamos a Madrid”. ¡Que grandes! Pesic se lleva su ovación. Y el último minuto con la afición en pie ha sido muy emotivo.

Aquí, a lo lejos, con las ganas de estar allí, con las ganas de muchas cosas contradictorias entre sí, y con un almacén de dudas que comienza a sobrepasar el límite. Imaginando las calles de Valencia, y algún que otro claxon celebrando la gesta. Me ha faltado la cerveza, me ha faltado el ambiente, me han faltado muchas cosas, pero es que últimamente tengo esa amarga sensación, que me faltan demasiadas cosas que quiero encontrar y no las acabo encontrando. O quizás realmente el problema es que no sé lo que estoy buscando. ¿Qué hacer cuando la nostalgia te desborda?

Solo queda pensar que todo ira bien. Tan solo hay que encontrar a ese Pesic interior que me ponga en el camino adecuado.


DE VUELTA Y CON DULCE SABOR A NARANJA

Vuelvo. Retomo lo que deje en el olvido por más de un año. Causas varias. Justificaciones, siempre se pueden inventar todas las justificaciones que queramos sobre lo que queramos. Al fin y al cabo son mentiras a medias.

Esta vez vuelvo sin promesas. Estoy cansado de no cumplir lo que prometo. Tan solo espero, espero que no vuelva a llevárselo el olvido. Ese es el reto. El objetivo.

Si, es cierto hay un cambio de look. Necesario, casi obligado. Para retomar con entusiasmo este viaje de vuelta. ¿Duración? Indeterminada.

El mismo entusiasmo que se vio el otro día en la Fonteta. El mismo entusiasmo que le puso Pesic cuando cogió maltrecho y malherido al Power Electronic Valencia. Unos cuantos meses después hace historia. Entre los ocho mejores de Europa.

Como me hubiera gustado estar ahí. De hecho, cuando termino el partido, me pregunte que estoy haciendo aquí, porque no estoy allá. ¿Qué hubiera pasado si....? Y demasiados hubiera pasado se cruzaron por mi mente. Y entonces me di cuenta que no podía disfrutar como me hubiera gustado disfrutar de la gran hazaña que acababa de lograr el Power Electronic Valencia.

Sin Claver por motivos físicos. Con Javtokas y Savanovic como gladiadores bajo los tableros, con el talento de Rafa Martinez, que esta vez tardo en llegar, pero llegó. Con el ejercicio de dirigir un equipo que aplico Cook, más que excelente su partido. Con un pabellón a rebosar, con una afición que se volcó con su equipo, que creyó en él. Sin dudas, sin vértigo, sin miedo. Así, así se gesto una hazaña.

Bajo la batuta y las normas de alguien que sabe lo que se hace, el señor Pesic, puede gustar o no gustar, pero lo que es indudable es su trabajo, sus ganas, lo que disfruta con este deporte. Magnifico una vez más.

Cuando cogió el equipo, lleno de heridas, lleno de frustración, al borde de la agonía. Supo entrar en el problema, y encontrar soluciones, supo lapidar la falta de autoestima e impuso una seguridad y una soberbia sobre sus jugadores necesarios, incluso poética por momentos. Llegados hasta tal punto que saco lo mejor de Claver, gran futuro, esperemos que lo que vemos todos un día lo vea Scariolo también y le dé la oportunidad que se merece.

Así con el Madrid en el horizonte, un club herido, y perdido en un mar de incertidumbres. Hasta Messina se ha bajado del barco. Y eso que los resultados no eran malos, pero la imagen, la imagen, eso que se ha vuelto tan importante en este siglo XXI es como la de la expresión de un niño que no sabe lo que pasa a su alrededor. El Madrid actúa por inercia, no por Baloncesto. Y esa diferencia, esa es una brecha muy grande de superar.

En el otro lado del espejo el Barcelona de Xavi Pascual. Una orquesta afinada, y que sabe lo que se hace. Sabe que cuando salta a la pista, la cancha se encuentra bajo sus pies.

P.D: El otro día me preguntaron un ruido: Y yo dije dos. El bote de una pelota sobre el parquet, y el de unas zapatillas al rozarlo, igual que si estuvieran pinchando un buen disco.